Patty Wong y Mario Romero son valiosos ejemplos de los miles de emprendedores comprometidos con el país y con los derechos de las personas. ¡Qué contraste con esos malos empresarios que priorizan sus ganancias inmediatas sin importar cualquier otra consideración, en medio de una pandemia!
Estas semanas nos han dejado abundantes ejemplos del tipo de conducta empresarial que NO necesitamos. Cómo olvidar a las clínicas cobrando cientos de miles de soles a los pacientes de COVID-19 o lucrando con pruebas que el sistema de salud pública hace gratuitamente. Cómo olvidar a los restaurantes y cadenas hoteleras que con una mano recibían préstamos públicos “para no quebrar la cadena de pagos” y con la otra despedían trabajadores. Cómo olvidar a las mineras presionando para no acatar la cuarentena, con el resultado de 3 mil trabajadores contagiados.
En los últimos días, el ejemplo más delirante ha sido la campaña de CONFIEP con información falsa sobre el Acuerdo de Escazú. El gremio de gremios del gran empresariado ha afirmado públicamente que dicho Acuerdo “es la abdicación a nuestra soberanía sobre nuestro territorio”, cuando el texto del Acuerdo explícitamente reconoce la soberanía de los Estados sobre sus recursos naturales. En el marco de esa campaña, algunos voceros han argumentado que el Acuerdo dificultaría la reactivación, como si la inversión fuera incompatible con tener estándares dignos que garanticen nuestros derechos a la información, participación y justicia ambiental.
En tanto, en Paracas, la empresa portuaria TPP quiere poner en peligro nuestra principal reserva natural marino costera con una modificación a su Estudio de Impacto Ambiental que le permitiría transportar y almacenar concentrados de minerales. Aquí también variopintos voceros argumentan que es urgente reactivar la inversión para superar la crisis del COVID-19. Sin duda, pero necesitamos una inversión responsable que sea capaz de realizarse en armonía con otras actividades que también generan empleo, como por ejemplo el turismo, y está claro que este no es el caso.
En contraste con todos estos ejemplos, surgen figuras esperanzadoras, como la empresaria Patty Wong o Mario Romero, el denominado “ángel del oxígeno” de San Juan de Miraflores, quien lamentablemente falleció por COVID-19. En el caso de Wong, se ha difundido su actitud responsable con respecto a los trabajadores de su restaurante, a los cuales continuó pagando sus remuneraciones pese a que su negocio se mantuvo cerrado durante la cuarentena. Por su parte Romero será recordado siempre por haber mantenido los precios del oxígeno medicinal pese al aumento exponencial de la demanda a causa de la pandemia. Mientras las clínicas se aprovechaban de la necesidad de los pacientes, empresarios como Romero actuaron con conciencia y humanidad.
Wong y Romero son solo dos rostros visibles de los miles de empresarios populares que, muchas veces sin apoyo del Estado y sin la influencia política como para sentarse a dialogar con un Premier, sacan adelante sus negocios buscando siempre cumplir con los derechos de las personas. Ejemplos que nos llenan de esperanzas pues muestran que sí es posible hacer empresa con una mentalidad distinta.
